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“Si sobre un cuerpo no actúa fuerza alguna, éste tiende a mantener su estado de reposo o movimiento. Ni siquiera el amor de una madre lo puede parar”. El spot de la DGT de España sobre uso de Sistemas de Retención Infantil eriza la piel por la contundencia de las palabras y las imágenes. Un niño suelto en el interior del vehículo es un proyectil expulsado hacia afuera con violencia. Ni el amor de una madre lo puede parar.
Hace pocos días se desarrolló en la ciudad de Buenos Aires la etapa final de una capacitación teórica y práctica con certificación en Seguridad del Niño Pasajero y uso de los Sistemas de Retención Infantil (SRI) destinada a referentes de todas las jurisdicciones del país, con el fin de generar liderazgos que promuevan acciones en favor de la seguridad vial de niños y niñas.
Como representante de la APSV de Santa Fe participé de todo el proceso de dos años de formación con múltiples seminarios y webinars con distintos especialistas en movilidad infantil y gestión de proyectos. El broche final fue el cierre que se llevó a cabo desde el martes 20 hasta el jueves 22 de septiembre, organizado por la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) y la Fundación Gonzalo Rodríguez (FGR) quienes llevan adelante el Programa Federal de Seguridad Vial Infantil junto a colegas de todo el país.
Instalar capacidad y liderazgo técnico en las provincias fue el gran objetivo de este Programa que busca contar con equipos de trabajo comprometidos con el tema y generar cambios paulatinos pero reales en Argentina acerca de la importancia de la seguridad del niño pasajero, camino que otros países ya han recorrido con exitosas iniciativas y resultados.
Visibilizar el riesgo de los niños
El spot de la DGT también menciona que a 50 km/h un cuerpo alcanza una velocidad comparable a la de una caída desde un tercer piso. En este sentido es interesante recuperar la cuestión de la percepción de riesgo. ¿Qué pasaría si paseáramos por una calle y en el balcón de un edificio vemos a un niño colgado jugando? Seguramente correríamos a tocar el timbre de todos los departamentos, alertaríamos a las personas y a los Bomberos para que rescaten rápidamente a ese niño, que sin duda está en peligro. El mismo riesgo corren los menores que viajan en un vehículo de cuatro ruedas sin la debida sujeción, sueltos, en brazos de los padres o en la falda de la abuela y sin embargo asistimos a esta escena cotidianamente sin inmutarnos. “Voy cerca”; “es un minuto”; “no se queda quieto”; “está enfermo”; “lo uso sólo cuando voy de viaje”, son algunos de los argumentos (excusas?) que los adultos dan para no trasladar a los menores en sus sistemas de retención.
Los niños tienen una estructura muscular y ósea diferente. La mayoría de los vehículos están diseñados para el transporte de adultos, por lo que es imprescindible la utilización de elementos extra de seguridad para que los niños puedan viajar seguros, como los Sistemas de Retención Infantil (SRI), desde que nacen y hasta el 1,50 m de altura.
Sin embargo, según la Agencia Nacional de Seguridad Vial, 7 de cada 10 niños viaja sin los sistemas de sujeción. En Argentina aún falta incorporar este aspecto de la seguridad vial como un hábito frecuente, y promover cambios culturales que se puedan llevar a cabo de forma rápida y efectiva.
Con este objetivo, en el año 2020 el Senado de la Provincia de Santa Fe aprobó la norma que declara el 26 de septiembre como el “Día Provincial de la Movilidad Infantil Segura” que tiene por objetivo visibilizar el impacto que tienen los siniestros viales en los niños si no se toman las medidas adecuadas.
Desde entonces, la APSV ha incorporado este tema dentro de los contenidos fundamentales para comunicar y capacitar a distintos actores intentando desarticular eso que “creen los adultos” acerca de la seguridad de sus hijos y trabajar sobre esas narrativas que no se corresponden con las leyes de la física.
Todas las acciones están orientadas a fortalecer la conciencia de que un sistema de tránsito seguro, solidario y amigable se construye entre todos pero fundamentalmente con el compromiso de los adultos, que son en definitiva, quienes debemos cuidar a los niños y niñas en sus traslados.