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Una ciudad feminista debe ser una ciudad en la que se desmantelen las barreras -físicas y sociales-, donde todos los cuerpos sean bienvenidos y tengan lugar. Una ciudad feminista debe poner el foco en el ciudado, pero no porque las mujeres deban seguir siendo sus principales responsables, sino porque la ciudad es capaz d distribuir el trabajo de cuidado de forma más pareja. Una ciudad feminista debe prestar atención a las herramientas creativas a las que las mujeres han recurrido desde siempre para apoyarse entre sí, y encontrar las maneras de incorporar ese apoyo a la estructura misma del mundo urbano”. Propone a modo de decálogo Leslie Kern en su libro Ciudad Feminista. La lucha por el espacio en un mundo diseñado por hombres. (Ediciones Godot, 2020)
Leslie Kern, es geógrafa urbana, investigadora y escritora de los libros: Sex and the Revitalized City: Gender, Condominium Development, and Urban Citizenship (UBC Press, 2010) y Ciudad Feminista (Ediciones Godot, 2020). En este último, aborda a través de los más diversos ejemplos de qué manera la planificación de los espacios públicos diseñados desde y hacia una experiencia masculina, afecta a las mujeres y otras identidades: cuestiones como la seguridad, la construcción de viviendas, la maternidad, el cuerpo en el espacio público, los baños (sí, los baños públicos), el turismo, las protestas, el miedo y la soledad en la calle. Además de proponer nuevas posibilidades para pensar y habitar el espacio urbano.
Menciona por ejemplo la relación entre el discurso de “la seguridad” (y la protección de las mujeres y personas queer), la gentrificación y la construcción de condominios: “La idea es mostrar a ese tipo de torres como una opción interesante para las que viven solas”. Y en esa línea se refiere también a la función social del miedo: “Cuando se busca que las ciudades ‘parezcan’ más seguras para las mujeres, lo que por lo general se logra es volverlas más inseguras para otros grupos marginalizados”.
La autora, actualmente vive en territorio mi’kmaq, una población rural de cinco mil habitantes (al este de Canadá), en Sackville, New Brunswick y desde allí nos atendió.
¿Por qué elegiste el enfoque de la “geografía feminista” para abordar la vida en las ciudades? ¿De qué manera específica la planificación urbana puede cambiar la forma en que nos vinculamos?
Siempre he estado interesada en el feminismo y la desigualdad de género. Hay muchas maneras diferentes de analizar estos problemas: se puede ver desde una perspectiva legal, se puede explorar el sistema educativo…pero para mí es desde el acercamiento geográfico como una nueva dimensión: una forma nueva de entender cómo funciona el poder y cómo la desigualdad se mantiene en la sociedad.
La dimensión geográfica es una capa nueva, nos permite descubrir cómo la desigualdad de género se ha mantenido durante tanto tiempo, y veo que como personas damos por sentados esos espacios que nos rodean.
Asumimos que nuestras ciudades han sido diseñadas desde un punto de vista racional y objetivo, que nuestros edificios, nuestras calles, etc. están libres de prejuicios y valores de la sociedad. Sin embargo todos estos espacios están muy influenciados por las sociedades que los construyeron y por ende reflejan las normas y suposiciones de estas sociedades. Esto incluye las normas de género.
Tales como: cuáles son las reglas apropiadas para hombres y mujeres, dónde pertenecen los hombres y las mujeres y cómo hombres y mujeres deberían comportarse.
Entonces mi meta de utilizar una perspectiva geográfica es hacer que la gente vea cómo y por qué el espacio importa. Doblamos y nos preguntamos sobre la desigualdad.
Después de comprometerse con mi trabajo la gente, puede que comience a ver la ciudad con diferentes ojos, puede que empiecen a preguntarse por qué la ciudad está organizada en la forma en que lo está.
Por qué nuestras casas están diseñadas también de cierta forma, por qué los edificios están organizados en patrones muy particulares.
Y luego, después de eso, puede que se pregunten quién se beneficia en organizar estos espacios de cierta forma. Y la vida de quiénes puede tornarse un poco más difícil e inclusive peligrosa a través de la forma en la que organizamos nuestras ciudades.
Así que finalmente mi idea es que las personas empiecen a comprender cómo haciendo ciertos cambios en las construcciones, haciendo cambios en el medio ambiente a través de procesos como el planeamiento urbanístico, la arquitectura, otras formas de diseño y de políticas de construcción pueden resolver y generar los cambios en el ambiente de la sociedad y en cómo nos relacionamos también entre seres humanos y cómo están establecidos también ciertos privilegios u opresiones que la gente experimenta.
¿Existen experiencias “exitosas” de ciudades/áreas/barrios/espacios feministas?
Un ejemplo muy conocido de una ciudad que intentó incorporar los ideales feministas y la igualdad de género es Viena. Viena hace tiempo que ha incluido dentro de su agenda y planificación la transversalización de género. Esto significa que todas las decisiones políticas, presupuestarias y el diseño del planeamiento urbanístico tienen que ser considerados desde un punto de vista de igualdad de género. Esto quiere decir que cuando algo nuevo está siendo diseñado, ya sea el desarrollo de una casa, o de viviendas o una ruta de autobús o una plaza pública, aquellos involucrados en el proyecto, tienen que preguntarse: “Este desarrollo: mejora la igualdad de género o no?”. Y Viena utiliza la transversalización de género desde hace ya tiempo para ayudarles a desarrollar y planear barrios que sean más amenos para las rutinas típicas el estilo de vida, las medidas de seguridad y las necesidades del día a día de las mujeres.
Esto incluye los diseños donde los espacios públicos: las plazas y las calles llevan nombres de mujeres entonces visibiliza la importancia de las mujeres en la historia y en el presente de la ciudad. También incluye edificios que han sido diseñados por arquitectas mujeres, feministas para tener en cuenta por ejemplo las nuevas necesidades de las personas que cuidan de niñes o de otras personas, algo tan simple como tener un espacio para guardar el cochecito del bebé. También el diseño de casas donde los departamentos tengan vista a las plazas donde juegan los niños donde están sus espacios de recreación, para que justamente madres y padres puedan cuidar y estar viendo a sus hijes.
Estos barrios también han sido creados desde la cercanía que tienen con las diferentes actividades que se desarrollan en lo cotidiano. Eso significa que la casa está cerca de la escuela o de la guardería, que hay conexiones confiables del transporte público, que es fácil ir de un punto al otro como por ejemplo a la verdulería o al trabajo, o a visitar a tu madre o padre o cualquier otra cosa que necesites hacer.
En este momento también Barcelona está intentando acercarse a la transversalización de género para planificar la ciudad y ya hay inclusive planes oficiales como por ejemplo el diseño de estas supermanzanas donde se limitaría el ingreso a los coches, a los autos, para poder crear espacios más seguros para caminar, andar en bicicleta, recrearse. Y esto medianamente ya se ha hecho y sobre todo para otorgar seguridad para los niñxs que van a la escuela caminando y justamente limitar estos bloques para poder tener seguridad. Y esto se ha hecho en parte por la problemática y la preocupación sobre la seguridad. La idea es crear un ambiente más enfocado en el ser humano y no priorizar el tráfico, por ejemplo.
También están utilizando el proceso de auditar por la seguridad, que significa que algunos miembros de la comunidad -incluidas las mujeres- van a explorar parte del barrio, a tener en cuenta diferentes actores que las ayuden a sentirse más seguras, incluyendo partes del ambiente a nivel físico, la iluminación, los paisajes, los aspectos sociales tales como quién está en el espacio, quién no… y después utilizar toda esa información para tomar decisiones inteligentes que mejorarán la seguridad y movilidad y accesibilidad del espacio.
¿Qué fue lo que motivó la escritura del libro Ciudad Feminista?
Mi libro cuenta mis experiencias personales como mujer, en dos grandes ciudades como lo son Toronto y Londres. A través del libro intento transmitir mis experiencias como madre, como estudiante, como activista, como mujer viajera y viajando sola. Y algunas cosas más que presentan una imagen de cómo es el día a día de una mujer en una ciudad. Y para dar algunas ideas y visiones sobre qué podría cambiar para que las ciudades se sientan más acogedoras, más seguras y más adecuadas para las mujeres. Así que el libro incorpora mis propias experiencias e historias así como décadas de investigación académica, que incluyen cuestiones como el transporte, la urbanización, el peligro, los controles y más. De forma de poder otorgar la visión de alguien que está desde dentro, el día a día de la ciudad desde la perspectiva de una mujer.
El libro contiene capítulos que nos llevan a través de algunas de estas diferentes experiencias: hay todo un capítulo sobre la maternidad y las barreras físicas y sociales que madres y padres, en particular madres, tienen que enfrentar día a día para atravesar y navegar la ciudad con bebés, cochecitos y niñxs pequeñxs. Hay también otro capítulo sobre la amistad y de las formas en que las ciudades pueden apoyar la amistad entre mujeres… pero quizás más importante es que las ciudades podrían estar organizadas de una forma diferente para que se valore y se reconozca que no todo el mundo vive en una sola casa, que quizás se comparte, y de que hay diferentes formas para crear relaciones duraderas.
En cierta forma es preguntarnos si hay alguna forma para poder acomodar las ciudades en relación a estas necesidades y las diferentes formas de vida. También exploro la importancia del activismo, las protestas y manifestaciones, hacer discursos públicos, ser político y la forma que diferentes movimientos como Black Lives Matter han luchado para hacer la diferencia en no marginar a ciertos grupos en la sociedad.
Y también hago preguntas sobre la seguridad enfatizando en que a veces están enfocados en la seguridad pública de las mujeres, que muchas de las ciudades ignoran la violencia doméstica pero que hay varias opciones para intervenir, solucionar y poder otorgar seguridad a las mujeres e ir más allá de las tácticas que normalmente…. como la de aumentar la luminaria pública.
Y finalmente el libro es una especie de invitación para que nosotrxs usemos nuestra imaginación, no tenemos que tirar abajo las ciudades que tenemos, pero podemos ser creativxs e innovadorxs en perseguir las ciudades que necesitamos. Esa diferente visión de que estas ya son insostenibles e inadecuadas para el futuro y para que las próximas sí lo sean.
Queda hecha la invitación entonces: empecemos a imaginar ciudades feministas.
“La ciudad feminista no necesita un plano antes de pasar a la realidad. No quiero que hagamos borrón y cuenta nueva en nombre de un proyecto feminista supuestamente superador. Una vez que empezamos a comprender las maneras en que la ciudad está dispuesta -con respecto la género, a la raza, a la sexualidad, y a tanto más – podemos empezar a explorar nuevas posibilidades“ (pág 207 – Ciudad Feminista).
Ciudad feminista fue editado en 2019.