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¿Le preguntaron alguna vez a sus hijes, sobrines, estudiantes y cualquier niñez o juventud cercana, si han estudiado en la escuela la temática de la movilidad y más precisamente, la movilidad sostenible? Mi indagación comenzó por estudiantes, docentes y directivos escolares y debo decir que con resultados no muy alentadores. Ante mi pregunta a estudiantes, la respuesta unánime fue la desoladora “no me acuerdo”. ¿Cómo un tema tan trascendental, tan urgente en el marco de la crisis ambiental que estamos atravesando, puede en muchos casos pasar sin pena ni gloria a lo largo de 15 años de escolarización? Como todo tema “transversal” puede abordarse desde múltiples disciplinas y, al mismo tiempo, por ninguna.
Analizar la educación en movilidad sostenible es complejo. En primera instancia, no es posible hablar de un único abordaje, por la heterogeneidad de nuestro territorio y la independencia de cada jurisdicción en cuanto a políticas educativas. Por otro lado, debido a la multiplicidad de actores intervinientes: ministerios varios, comunidad educativa, municipios y comunas, familias, estudiantes.
Existen diversos programas y ciclos de formación en seguridad vial: circuitos de conducción infantil, recursos para abordar la movilidad segura, capacitaciones sobre seguridad vial. También libros y materiales didácticos en donde se abordan las problemáticas de movilidad segura. Pueden leer este artículo de Laura Lobo en relación a esta temática.
En materia de sostenibilidad, en 2021 se aprobó la Ley 27.621 de Educación Ambiental Integral. En el proyecto trabajaron múltiples actores sociales que reclamaban la inclusión de la acción climática en las aulas. “No es posible abordar la temática ambiental sin relacionarla con el modelo de sociedad. Y aquí es donde aparece la escuela como uno de los ámbitos concretos para avanzar hacia la concientización y la modificación de hábitos culturales, que suelen estar fuertemente naturalizados o muy arraigados”, afirmó Santiago Eulmesekian, integrante de Jóvenes por el Clima, en el Panel ambiental que realizaron durante su implementación.
Su aprobación fue un logro colectivo y ya se empezaron a materializar las primeras experiencias en las aulas. De hecho, en escuelas santafesinas se están desarrollando capacitaciones específicas en movilidad activa en el marco de la ley. Sin embargo, esta última no detalla que deba abordarse la temática de la movilidad, por lo que aún queda el desafío de garantizar su inclusión como problemática ambiental y social en todo el territorio.
Es por ello que el salto más esperado, en cuanto a normativa, viene de la mano del tratamiento del proyecto de Ley Nacional de Movilidad Activa. Fue impulsado por el Ministerio de Ambiente y Cambio Climático de Santa Fe y trabajado de manera colaborativa con organizaciones civiles ciclistas y la ciudadanía, con el objetivo de promover la movilidad activa en todo el territorio nacional. El borrador incluye entre sus principios a la cultura y la educación, al tiempo que hace hincapié en la importancia de la coordinación entre diferentes actores de la sociedad, entre ellos, los establecimientos educativos. Por otra parte, el proyecto especifica que “La movilidad activa se promoverá integrando la Estrategia para el incremento de la Movilidad Activa a las políticas de Educación Ambiental Integral”.
Mientras esperamos que se trate la ley, las y los estudiantes traspasan las puertas de sus colegios y se encuentran con un territorio dominado por vehículos y reglas adultocéntricas, donde la “movilidad segura” solo será bajo supervisión -y conducción- de mayores: ¿cuántos de esos estudiantes podrán cruzar las calles de manera autónoma, llegar a sus casas caminando, prescindir de la mirada adulta, del llamado telefónico?
Asumiendo a los niños, niñas y juventudes no sólo como protagonistas del mañana, del mundo futuro, sino actores, ciudadanos y ciudadanas del presente, habitantes de las grandes ciudades, aquellas que ya no pueden brindar entornos seguros y saludables para ellxs. Sabiendo que esas niñeces son de por sí inquietas, curiosas, activas, móviles. ¿Por qué entonces aprender de movilidad sin-movimiento, de manera pasiva, estática?
Los niños y las niñas que habitan las grandes ciudades de nuestro país se mueven – en líneas generales*- mayormente en lo que se denomina “transporte no motorizado” (a pie o en bicicleta); en segundo lugar, por vehículo privado y finalmente por transporte público. Es decir, que su movilidad es principalmente una movilidad activa. Es factible entonces generar instancias de exploración, aprendizaje, socialización a partir de estos modos activos, para generar autoconfianza, disfrute, propiciar el respeto mutuo y promover la elección y preferencia por esta movilidad.
Vuelvo entonces a la pregunta -lamento traer tantas preguntas- ¿Puede la escuela contribuir a un verdadero cambio cultural? ¿Puede materializar, en la práctica, un cambio en la movilidad de esas infancias y juventudes?
La escuela es uno de los espacios más importantes de socialización y aprendizaje de la infancia, y es innegable el papel que tienen en sus ciudades y en la comunidad. Pero las escuelas no son islas. No pueden por sí mismas generar una transformación, si sus ciudades no están preparadas para ello. Si no son accesibles, si no hay rampas, si las veredas están rotas. Tampoco si las familias no están comprometidas. La instancia de ingreso y salida de estudiantes de la escuela es un momento en el que reina la violencia vial: calles saturadas, colapso de motores y la urgencia por cumplir con horarios imposibles e incompatibles con la realidad de las familias y la lógica de la ciudad. Y tampoco, si la comunidad escolar no está dispuesta y comprometida, asumiéndose como parte de la sociedad, de los problemas y de las soluciones -escribo esto y me acuerdo de la directora del maternal donde llevaba a mi hija, ocupando la dársena para ascenso y descenso con su auto-.
Trato de reunir todas estas aristas y encuentro sin dudas a la bicicleta como gran aliada, como hilo conductor de un aprendizaje fáctico, un modo de circular y habitar la ciudad, un medio que empodera y que libera.
Francesco Tonucci, en su conversatorio sobre Crianza y ciudad, propuso lo que él denomina “Laboratorio de bicicleta”. Un espacio en la escuela en donde aprender las diferentes partes del rodado, entender la mecánica de la bicicleta y aprender a montarla. Además, tal como explicó Francesco, la bicicleta permite también ser abordada desde diferentes disciplinas: física, historia, geografía, ciencias naturales, literatura.
La bicicleta permite un aprendizaje activo, crítico, sensitivo y social. Esa integralidad posibilita la bicicleta. Si pedalear es político, enseñar a pedalear a cientos de chicos y chicas puede ser revolucionario.
Con la bici como eje, empiezan a aflorar diferentes iniciativas. Impulsadas por instituciones, gobiernos, y en muchos casos por personas como vos y como yo, que ven en las escuelas un espacio de transformación. Propuestas que tienen origen en diversas ciudades, no solo de nuestro país. Que proponen instancias participativas y vivenciales para aprender a andar en bicicleta, conocer la mecánica de los rodados, aprender en el hacer. Voy a mencionar algunas de ellas:
Biciescuela de Santa Fe. El proyecto pertenece al programa de Movilidad Sostenible de la Secretaría de Bienestar Universitario de la UNL. Llevan adelante instancias de juegos y aprendizaje para andar en patacletas en el Jardín de infantes de la UNL y en la colonia de vacaciones de dicha Universidad. También en eventos como los Foros Argentinos de la Bicicleta y en el 10° Foro Mundial de la Bicicleta.
Metodología Chao Rueditas (Colombia) “El uso de la bicicleta en la población escolar se convierte en una herramienta de comunicación con la primera infancia y los adolescentes, donde el salón de clase son las calles de la ciudad y la maestra la bicicleta” escribe uno de los referentes de la iniciativa, Sebastián Mattos.
Bicicleta na escola es una iniciativa surgida en 2013 en Brasil, con el objetivo de orientar a las niñeces que utilizan la bicicleta como transporte escolar para que puedan ir y venir con seguridad; agudizar el sentido crítico en relación con la movilidad urbana y el respeto mutuo.
Una experiencia un poco más lejana pero muy interesante por ambiciosa: el Plan Ciclista de París. El ayuntamiento trabaja en este proyecto que tiene entre sus objetivos iniciar a niños y niñas en el ciclismo desde una edad temprana. Incluye entre sus ejes de acción el de garantizar que todos los niños y niñas de la ciudad aprendan a andar en bicicleta, a partir de un “pasaporte de bicicleta” que implica que al ingresar a la universidad sepan hacerlo.
Como no todas son preguntas sin respuestas, cierro con estas últimas: ¿Qué podemos hacer para promover instancias de aprendizaje de una movilidad sostenible en nuestras escuelas? ¿Cómo podemos promover la movilidad activa en la escuela?
Transmitir nuestra inquietud en la institución, con autoridades u otras familias.
Proponer actividades recreativas vinculadas a la movilidad activa: bicicleteadas, caminatas por el barrio. Si se hacen excursiones, que sean a lugares cercanos.
Esto ya lo sabemos pero lo reforzamos: educar con el ejemplo. Si podemos, propiciar el traslado en bicicleta o caminando. Si vamos en auto, respetando los espacios de ascenso y descenso y no teniendo a mano el celular.
Si trabajamos en una escuela:
– Proponer incentivos para las familias que vayan a pie o en bicicleta.
– Brindar facilidades. Por ejemplo, podemos ofrecer un espacio de estacionamiento en el interior de la escuela para monopatines y bicicletas.
– Realizar un relevamiento junto con las y los estudiantes en donde sean las niñeces quienes puedan analizar la accesibilidad del entorno escolar, las barreras, los puntos críticos a resolver.
Pensemos propuestas que puedan ser elevadas a las autoridades municipales, o bien realicemos nuestras propias intervenciones para mejorar esos entornos.
Si somos docentes, abordar la temática desde nuestra materia. Invitar a docentes de otras materias a realizar un proyecto de investigación o de intervención interdisciplinario.
Indagar sobre proyectos que tengan vinculación con la movilidad activa, a fin de articular actividades y propuestas.
Ahora sí, salgamos a las calles y transformemos las ciudades, que en la espera se nos escapa el hoy de las infancias. ¿Compartimos este viaje?
*Los datos de las Encuestas Origen-Destino de las principales ciudades, además de haber sido realizadas hace alrededor de 10 años en casi todos los casos, presentan omisiones y limitaciones en la información, sobre todo en este segmento de la población (no aparecen datos de infancias menores a 4 años; se omite información de viajes iguales o menores a 4 cuadras; en algunos casos se habla de estudiantes, sin estratificar por edad; los viajes de cuidado no se discriminan).