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No hay pruebas ni testimonios directos que puedan determinar cómo fue que dos empresarios de un club de Boston -EE.UU.- creyeron oportuno, allá por fines del siglo XIX, desafiar a Annie Cohen a dar la vuelta al mundo en bicicleta. Lo probable es que se hayan visto doblemente interpelados porque ella, mujer, andaba en bici de camino al trabajo. Movilidad independiente, trabajo propio. ¿Cómo que se movía sola? ¿Cómo que tenía la capacidad de dominar ese vehículo sin la ayuda de un hombre? ¿Era libre? ¿Autónoma? ¿Cómo es que rompe con el claustro familiar de manera tan liviana? ¿No se acuerda de Emma Eades*? Una década atrás Thomas Stevens había dado la vuelta al mundo en bici y con él, también, la noticia. Seguramente, bajo la urgente necesidad de exponer la superioridad del hombre, estos dos hombres de negocios se miraron y, entre sonrisas cómplices, le propusieron la gesta a cambio de una suma de dinero que, según distintas fuentes, iba de los 5 mil a los 10 mil dólares**.
Annie había nacido en Letonia y emigrado a Estados Unidos de pequeña. Siendo menor de edad quedó huérfana, con hermanos de los que hacerse cargo. Además, ya mayor, pronto se casó y tuvo 3 hijos, a los que criaba mientras trabajaba. Es fácil suponer que a Annie no le sobraba humor, y ante la chicana reaccionó. Así que, promediando junio de 1894, Annie aceptó el desafío, le dejó los nenes al marido y arrancó a pedalear.
Si te gana la ansiedad te cuento: lo logró y fue un éxito. Pero al parecer nunca cobró el dinero. Algo que, por razones que vamos a repasar más adelante, se antoja anecdótico. Pero por las dudas: nunca confíes en un empresario de Boston en el siglo XIX.
Londonderry
Annie era entendida de la publicidad. Así que vendió su gesta desde el vamos. Londonderry era una empresa de agua embotellada, que vio con buenos ojos cubrir algunos gastos del viaje a cambio de colocar unos carteles en la bici de Annie. Esto, además de ayudarla a viajar, condicionó su identidad. Así, como cuando a una persona que padece alopecia dejamos de llamarlo por su nombre para decirle “pelado”, a Annie le decían Londonderry por el cartel de su bicicleta. Tip: si vas a googlear para buscar más información sobre esta historia te conviene hacerlo usando este apodo. Ella lo aceptó o, al menos, nunca expresó desacuerdo.
A los pocos kilómetros de salir se dió cuenta de dos cosas: que su bici era muy pesada y lo incómodo que era pedalear en polleras. Lo primero lo subsanó rápidamente, ya en Chicago consiguió deshacerse de su Columbia original que pesaba unos 20 kg (hoy una bici de las que habitualmente vemos en las calles pesan unos 8 kg promedio). Respecto al confort, había otra mujer esperándola para este momento.
Bueno, no exactamente la estaba esperando. Ni tampoco en ese momento. En realidad es una metáfora, porque qué sentido tiene escribir si no es utilizando alguna metáfora que le de impulso al relato. A mediados del siglo XIX, unos 40 años antes del viaje, Amelia Bloomer -lo que vamos a decir sobre ella en este texto es injusto, porque ahora es solo una parte de su historia la que nos sirve para contar la historia de Annie, pero asumo el compromiso de retomar a Bloomer de manera protagónica más adelante-, decía, Amelia Bloomer popularizó un atuendo que resolvía los dramas de pedalear en polleras. Un pantalón con aspecto de pollera que fueron bautizados como -suspenso- Bloomers. La suerte de las mujeres que lo utilizaron fue similar a la de Emma Eades. La moda fue adoptada por la mujer pero no por la sociedad, que las violentaba por querer estar cómodas. Y, para no librar todas las batallas al mismo tiempo, la misma Amelia fue dejando de usar los pantalones que, y ahora si retomamos el hilo, serían claves para que Annie pudiese dar la vuelta al mundo en bici.
Con el pasar de los días, Londonderry iba dejando su mensaje en cad país que visitaba, en cada ciudad que atravesaba, pueblo tras pueblo. Marsella, El Cairo, Jerusalem. Hablar, contar, narrar. India, Yemen, Singapur. Transformar. “Aquello por lo que se destaca al hombre, también lo puede hacer una mujer”, no era su leitmotiv, ni una frase. Pero le haría justicia. Utilizaba la atención que su hazaña despertaba para contar su historia, la de una mujer desafiada por el hombre, blanco, rico, dominante. Desafiada por el prejuicio.
A medida que la distancia con los Estados Unidos se reducía su mito se agrandaba.
Al cumplir su cometido la prensa más destacada se rendía ante los hechos. La bicicleta explotaba de popularidad*** casi al mismo tiempo que Annie, cerrando el círculo, estacionaba la suya en el punto de partida 15 meses después. La imagen de una mujer arriba de una bicicleta nunca más sería objeto de burla, insulto o agresión física. Al año siguiente se diseñaría la primera bicicleta pensada para mujeres y, dos años después, se publicaría el libro Damas en Bicicleta: Cómo vestir y normas de comportamiento, escrito por F. J. Erskine.
Teniendo en cuenta que, antes de empezar su periplo, los médicos aconsejaban a la mujer no andar en bicicleta porque esto podría traerles problema de fertilidad, ese premio que le habían prometido -y no le entregaron- resultaba poca cosa. También se acepta pensar que no hubo tal provocación por parte de los empresarios de Boston. Que simplemente fue lo que ella inventó para darle más épica a la historia. Esto lo da a entender Silvina Quitans en el diario La nación:
En 1972, unos veintidós años antes de ésta historia, Julio Verne publicó La vuelta al mundo en 80 días, una historia que tiene como punto de partida una apuesta que motiva a Philes Fogg a subirse al globo.
La nueva mujer
Pero no fue sólo impacto social. También fue ella quien cambió. Convocada por un diario -que según la fuente que se consulte puede ser el New York Times o el New York World– decidió continuar con su divulgación. Pero esta vez ya no como Annie Londonderry, ni siquiera volvió a su original Cohen. A partir de ese momento firmaría sus artículos en el diario como: La nueva mujer. La que ella era, y la que estaba por venir.
* Emma Eades fue tristemente célebre por ser la primera mujer ciclista. Tristemente porque su épica está construída a base de insultos, piedrazos y todo tipo de agresión machista. Hay que irse unos 70 años más para atrás de la historia de Annie. Imaginen que si para la época de Annie el pedaleo de una mujer era desafiante, cuando Emma lo hizo era insultante. ¿Por qué tanta agresión? ¿Además de la insania endémica del hombre? Un ensayo para explicar lo inexplicable es que los médicos decían que una mujer ciclis.