En esta nota te vas a encontrar con: moto, calle, seguridad vial
“Esto no es pa’ nene’, vo’ estás avisado”
The La Planta – Salimo en Caravana
El 3 de junio de 2022, fecha que coincide con la jornada de lucha del Ni una menos, nos enteramos de que El Noba -nombre artístico del cantante Lautaro Coronel- moría, luego de varios días internado en terapia intensiva tras un choque con su moto.
Los medios que cubrieron el hecho se refirieron al mismo como un accidente, tal como suele ocurrir ante sucesos de similares características. ¿Es posible decir que la muerte de El Noba fue por accidente? ¿O que en nuestro país mueren cada día 11 personas de manera accidental (1)? Si no fue un accidente, si no son accidentes, entonces resulta necesario reflexionar sobre estos hechos que suceden todos los días y que pese a su gravedad, seguimos naturalizando.
El Noba tenía 25 años, vivía en Florencio Varela y había adquirido gran popularidad en el último año, convirtiéndose en otro referente de la cumbia 420, definida como una fusión entre cumbia, reggaetón y trap. Antes de dedicarse a la música, había sido albañil; en pleno contexto de pandemia trabajó como delivery hasta que su moto fue retenida por problemas de documentación y como él mismo afirmó “se quedó re a pata”.
Su muerte provocó una gran conmoción entre sus seguidores y fue despedido por una caravana de motos convocada por sus familiares como modo de homenajearlo. Es que las caravanas acompañaban al artista entre las presentaciones que daba en los escenarios nocturnos e incluso la invitación a “salir de caravana con El Noba” se repetía en sus canciones (2). Según mencionaron algunas coberturas periodísticas, el artista no solo había montado un estudio de grabación, sino también un taller en donde acondicionaba vehículos de todo tipo. Tanto en sus temas como en sus redes sociales la pasión por las motos y autos era constantemente reafirmada. Ante la pregunta por el fenómeno de masificación de su música en tan breve tiempo y el amor de sus fans, El Noba explicaba en una entrevista televisiva que la gente con él se sentía identificada, y que con su música iba a “representar a las motos siempre”.
Según un estudio de la CAF (3) en donde se recopilaron datos de distintas ciudades de América Latina -incluyendo CABA-, entre los años 2008 y 2012, el parque de motocicletas de la región se incrementó en un 81%. Con valores similares, en Argentina el parque de motos creció un 73% entre el 2008 y el 2011, mientras que el parque automotor sólo aumentó un 16% en ese mismo período (4). Si bien no disponemos de datos actualizados que contemplen el período pandémico y post pandémico, desde diferentes ámbitos se señala que este contexto no ha hecho más que profundizar la tendencia al aumento del uso de la moto que ya se venía produciendo desde hace años.
Ahora bien ¿quiénes son las personas usuarias de moto? Retomando el estudio mencionado, la mayoría de ellas son menores de 36 años. Entre quienes la usan de manera privada, el 29% se encuentra dentro del rango de edad de 18 a 25 años y el 46% de 26 a 35 años. En tanto, entre quienes usan la moto como herramienta de trabajo el 18% se encuentran en el rango de edad de 18 a 25 años y el 46% de 26 a 35 años.
En relación al género, el Estudio Observacional de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (2019) señala que en Argentina 8 de cada 10 conductores/as de moto observadas/os son varones. Algo similar sucede con el resto de los vehículos, lo que lleva a plantear que la conducción de vehículos en Argentina es una práctica predominantemente masculina (5).
En términos de ingreso mensual, cerca de la mitad de quienes usan la moto se encuentran dentro del rango de menor ingreso (o bajo). A modo de ejemplo, en el Área Metropolitana de Rosario, a medida que los estratos socioeconómicos decrecen, en los hogares tiende a disminuir la disponibilidad de automóvil (6) y aumentar la disponibilidad de motos y bicicletas.
Retomando los porcentajes mencionados respecto al crecimiento del parque de motos nos preguntamos ¿A qué se debe este aumento tan significativo? Si tratamos de indagar en relación a los motivos de la elección de quienes usan la moto por sobre otros modos de movilidad, nos encontramos con múltiples factores. Según la CAF, uno de ellos tiene que ver con la mala calidad del transporte público: “la gran mayoría de usuarios de la motocicleta como vehículo individual de uso privado proviene de modos de transporte público”, y representa el 79% del total. Esto quiere decir que las personas que se suben a la moto, no se están bajando de un auto, ni de una bicicleta. Y menos pasajeras y pasajeros en el transporte público, se traduce en menor calidad de servicio, factor que, como vimos, opera como uno de los principales motivos para subirse a una moto, formando de esta manera un círculo vicioso. Otro de los factores tiene que ver con la presión social y familiar, donde quien compra y usa la moto recomienda a otras personas en su círculo social que hagan lo mismo.
Por otra parte, el uso masivo de la moto se presenta como una alternativa frente a la congestión vehicular, reduciendo los tiempos de viaje. La moto también ofrece cierta flexibilidad para adecuarse a determinadas necesidades como llevar a otra persona -si se compara con la bicicleta-, sortear embotellamientos y la facilidad para estacionarla. A esto se suma su bajo costo, ya que la moto es más barata que otros modos (7). Como señala DelfinaMerolli, integrante de la Asociación Civil “Compromiso Vial, en diálogo con Circulantes, “su uso tiene que ver con una cuestión de accesibilidad económica, sobre todo desde la pandemia”.
Si este vehículo presenta todas estas facilidades, ¿por qué nos preocupa tanto el aumento del parque de motocicletas y de la mano de esto, el incremento de su representación en la partición modal? Sin contemplar en esta ocasión un conjunto de externalidades negativas vinculadas a este modo (8), si observamos los resultados del último Reporte de siniestralidad de nuestro país, encontramos que el 43% de las víctimas fatales por siniestros viales fueron personas usuarias de motos.
Siniestros viales es el modo en que deben nombrarse los mal llamados “accidentes” -hay un reciente podcast de Circulantes al respecto Seguridad vial: las palabras cuentan-. Así lo demandan desde diferentes ámbitos, especialmente de organizaciones que militan por la seguridad vial, a quienes comunican estos acontecimientos. ”El hecho de decir accidente es quitarle el peso que tiene. Los accidentes no se pueden evitar, y los siniestros viales son totalmente evitables, pero es una cuestión de conciencia social que las personas no miden”, afirma Deflina. En ese sentido, podemos preguntarnos hasta qué punto las políticas públicas contribuyen de modo sistemático a que tal conciencia social exista.
La elevada participación de este modo en los siniestros viales es un fenómeno que se da desde hace varios años. Y no podemos hablar de accidentes, tampoco podemos decir que a cualquiera le puede ocurrir. Utilizar ese modo implica para las personas estar mucho más expuestas a la ocurrencia de un siniestro. Así resultan ser las personas jóvenes, de menores ingresos y varones quienes mayoritariamente están perdiendo la vida o sufriendo lesiones, al trasladarse en moto. De las víctimas fatales usuarias de moto en 2019 en nuestro país, el 86,4% fueron varones y el 13,6% mujeres (9).
Incluso sin limitarnos a la moto, y hablando de los modos de movilidad en general podemos encontrar patrones muy marcados en las víctimas fatales. Existe una alta representación de jóvenes -entre 15 y 34 años- y de varones: si sos varón, tenés el triple de posibilidades de morir por un siniestro vial que una mujer.
A su vez, a la hora de analizar la siniestralidad con perspectiva de género hay que tener en cuenta cuál es la posición de las personas en los vehículos. Según la ANSV, al menos el 45.2% de las mujeres víctimas fatales de siniestros viales en 2019, ocupaban la posición de acompañante de vehículos, siendo este porcentaje para los varones del 13.2%. Por otra parte, los siniestros fatales que ocurrieron por la noche involucraron mayormente a varones.
Empezamos esta nota hablando de El Noba, y lo volvemos a convocar para pensar en la relación entre géneros y siniestralidad vial; el vínculo entre jóvenes, la construcción de masculinidades, las prácticas de riesgo y en definitiva, la vulnerabilidad ante un siniestro vial.
Porque en sus canciones no sólo se explicita esa pasión por los autos y motos sino también el asumir prácticas como la de andar en una sola rueda (hacer willy), llevar chicas a gran velocidad (porque los pilotos son los varones), y tener una cierta actitud para hacerlo: “hoy salgo en la moto al corte (…) Si vo’ sabés cómo le damo’ Siempre en una rueda, patente la tapamo’ Esto no es pa’ nene’, vo’ estás avisado”.
En ningún caso nos interesa “responsabilizar” en términos individuales, sino pensar hasta qué punto ciertos mandatos se encarnan en prácticas que ponen en riesgo la vida de las personas.
Para Delfina, la violencia vial aparece como “una representación más de la violencia machista, patriarcal, donde se expresa totalmente la masculinidad en la velocidad, en la disrupción de las reglas (…) cuanto más rápido voy mas macho soy, cuanto menos me cuido más macho soy”.
Lucho Fabbri, investigador y actual secretario de Formación y Capacitación para la Igualdad de la Provincia de Santa Fe, señala que los varones mueren casi el triple que las mujeres por causas evitables durante la adolescencia y la juventud: “en el caso de los accidentes de tránsito, está relacionado con la idea de la hazaña, el riesgo y la conquista como una conducta temeraria que ratifica la propia masculinidad” (10).
Así como en las canciones de El Noba, en muchos otros artistas –no solo en varones– aparece el vínculo entre el uso de la moto y la seducción (dicen Los Palmeras “el que tiene moto nueva celular que siempre suena”). En el mismo sentido, el estudio de CAF señala que en las entrevistas a personas usuarias de moto de Argentina, estas relacionan dicho uso con la seducción, la masculinidad y la conquista.
Identificar los múltiples factores que inciden en la adquisición de la moto, en los usos de las mismas, en las necesidades de movilidad que resuelve y también en las identificaciones que se generan en relación a su uso, apenas nos introducen en este fenómeno. Analizar las altísimas cifras de siniestralidad vial de motos en nuestro país y en América Latina, nos plantea la complejidad de lo que constituye esta problemática.
Porque si bien reconocemos que pueden existir relaciones entre la ocurrencia de siniestros y ciertos mandatos de masculinidad que promueven conductas de riesgo, no es posible esperar a que dichos mandatos se transformen para que los siniestros dejen de ocurrir.
(1) https://www.argentina.gob.ar/noticias/reporte-de-siniestralidad-del-primer-cuatrimestre-2022
(2) “Salimo en Caravana” es uno de los nombres del tema que hacía El Noba junto con The la Planta y Locura Mix.
(3) Rodríguez, D. A., Santana, M., & Pardo, C. F. (2015). La motocicleta en América Latina: caracterización de su uso e impactos en la movilidad en cinco ciudades de la región. Bogotá: CAF. Disponible en http://scioteca.caf.com/handle/123456789/754
(4) Ministerio del Interior y Transporte de Argentina. (2012). Plan Estratégico de Seguridad Vial para Motovehículos. Ministerio del Interior y Transporte de Argentina.
(5) ANSV-DNOV (2019): “Estudio Observacional del comportamiento de conductores y ocupantes de vehículos motorizados de 4 (o más) y 2 ruedas”. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/ansv_dnov_estudio_observacional_2018.pdf
(6) Solo entre el el estrato alto y medio no se da esta tendencia siendo mayor su disponibilidad en este último.
(7) Ibídem
(8) Nos referimos por ejemplo a la contaminación ambiental por emisión de gases, la reducción del uso del transporte público, el sedentarismo cuando las personas que antes se movían en bicicleta pasan a usar motos, la ocupación de los espacios públicos, entre otras.
(9) Informe ANSV (Dic 2021) Principales Indicadores de la Seguridad Vial Con Perspectiva De Género En Argentina.
(10) https://www.lanacion.com.ar/comunidad/luciano-fabbri-a-varones-nos-crian-pensar-nid2427674/