En esta nota te vas a encontrar con: urbanismo, libros, café.
La historia de Marcelo Corti y Café de las Ciudades (CDLC) es una historia compuesta por libros, ciudades y academia. Con ruido de bar. Y palabras sencillas. También fue transformar en virtud a la necesidad. En noviembre se va a cumplir 20 años del comienzo de esta historia. Hablando sobre la ciudad, las ciudades y sobre cómo nos movemos nosotros. Empezó en medio de un país con la ilusión suspendida y grandes problemas por resolver, Corti sin trabajo -ni pistas sobre lo que vendría- se agarró del urbanismo y la divulgación y comenzó a hacer un newsletter con el fin de mantenerse conectado con colegas de otras partes del país y del mundo. “Pensaba que de esa manera iba a lograr que me pasasen trabajos, o asociarme en algún proyecto”
Ese refugiarse en lo que a uno le hace bien, en el escribir sobre los temas a los que se había dedicado toda su vida -spoiler- funciona en esta historia. Prueba de ello son las 200 ediciones de la revista CDLC, la editorial -que es referencia en materia urbanística a nivel hispano- y los 20 años próximos a cumplirse.
Llevás 20 años con CDLC y otros tantos más de estar estudiando y trabajando en temas relacionados a la ciudad. ¿Qué, todavía, te llama la atención que estemos discutiendo y qué te sorprende que haya sucedido?
Si, hay cosas que no cambiaron. Algunas por suerte y otras lamentablemente. Digo lamentablemente porque me parece que son temas que necesitan una solución. Y cuando digo por suerte, es más que nada porque algunos temas ahora son discusión pero antes ni siquiera lo eran. Cuando empecé con CDLC estos temas como la sustentabilidad no eran tan evidentes, mucho menos en Argentina o Sudamérica. Lo mismo que la cuestión ambiental, y dentro de ella no solo el cambio climático sino también por la crisis de los recursos alimentarios, o la frontera agronómica.
¿La pandemia cómo afectó a nivel urbano?
En la disciplina causó una discusión muy fuerte sobre si todavía son las ciudades un lugar eficiente para vivir. Y yo creo que sí. La ciudad es la organización territorial más eficiente, no creo que vayan a ser abandonadas.
Tu última edición fue un libro de tu autoría llamado Diez Principios para ciudades que funcionen ¿Qué es funcionar para una ciudad?
Que la ciudad cumpla con su cometido. Que sea un lugar de encuentro, para vivir dignamente, con calidad de vida. Que se pueda acceder a la vivienda. Que nos podamos mover de la mejor manera posible. Que consiga evitar la movilidad motor.
¿Cómo podemos saber si una ciudad funciona?
Una buena manera de medir el funcionamiento de una ciudad es observar cómo les resulta esa ciudad a las personas más vulnerables, la que vive en peores condiciones. No por sus atractivos turísticos o más bonitos, no son esos los lugares que arrojan una visión integral sobre el funcionamiento de la ciudad.
¿Los sistemas cerrados de urbanización son ciudades que funcionan?
No busco una conspiración internacional contra las ciudades, pero sí que hay una maniobra para ponderar una falsa ruralidad que se vende como contacto con la naturaleza y en realidad es un elemento de destrucción de esa naturaleza. Para mejorar hay que tener una visión integradora, para poder ver lo peor y mejorarlo. Que la gente que peor vive, la que está en peores condiciones, mejore su situación.
¿Mejorar las ciudades soluciona la situación social?
No, solucionando los problemas de las ciudades no solucionas todos los problemas sociales. Y este es un error que le costó muy caro a la disciplina. Pero si hay malas condiciones de la ciudad que generan condiciones de pobreza.
Sos arquitecto, te especializaste en urbanismo. Sin embargo te alojas en libro y no en el dibujo o en la obra. ¿Por qué?
A los arquitectos muchas veces nos reprimen la escritura. En las facultades nos dicen que no tenemos que saber hablar, ni escribir; sino dibujar. Es cierto que tenemos que saber dibujar, tenemos que saber expresar gráficamente ideas. Y, particularmente, es un tema que siempre me importó. Para hablar de CDLC tengo que hablar de alguien que para mi es una gran referencia, alguien influyente, Jordi Borja. Alguna vez me comentó que los libros de urbanismo demoran mucho en editarse y que, cuando están disponibles, ya están algo desactualizados. Y me señaló que el periodismo, más inmediato, era también más contundente. Finalmente, CDLC quizás sea más un espacio de divulgación que de periodismo.
Desde CDLC publicaron un Glosario de las ciudades…
Si, se hizo en el marco de las 200 ediciones de nuestra revista. Muchas veces las palabras son poco precisas, o se usan sin saber si realmente responde a lo que se quiere decir. Y notamos que en el urbanismo era habitual.
¿Qué relación existe entre la palabra y el espacio urbano?
La ciudad es un espacio en donde el cruce de conocimientos se potencia y se genera con mayor facilidad que en otros lugares. Es un lugar de encuentro y de interacción, de gente que se especializa en diferentes temas, y no estrictamente profesionales. El nombre Café de las Ciudades tiene que ver con esto. Muchas veces se usa el concepto de charlas de café como algo frívolo o sin contenido, que no tiene consecuencia. Pero creo que hay que reivindicarlo. El café, el encuentro gastronómico, el mate, son lugares de mucha transmisión e intercambio de conocimiento.
¿Utilizas la ficción como materia para hablar de lo que pasa en las ciudades?
Sí, creo que es uno de los mejores lugares para aprender. Hay un libro de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, no recuerdo en cual de todos los tomos, en donde se podía saber cómo era la calle de París en esos años. Años en los que no había una heladera para guardar carne o leche y entonces todo estaba repleto de comercio. La calle era un concierto. O cuando cuenta cómo, antes, con la llegada del barón Haussmann, se diseña un sistema de comunicación por caños llamado tubo neumático, por el cual se enviaban mensajes escritos. Son infinidad de cuestiones que uno aprende y que dan para reflexionar y cambiar, también, la ciudad. Y esta influencia va de lado a lado. Por citar un ejemplo, se puede afirmar que la ciudad de Nueva York ha influido tanto sobre la ficción como la ficción ha influido sobre Nueva York.
¿Qué libros recomendarías a alguien que se siente atraído por la movilidad y el urbanismo?
Nunca pasó de moda y actualmente está mejor considerada La vida y muerte de las grandes ciudades, de Jane Jacobs. Una crítica al Nueva York que se desarrollaba por aquellos años. El libro habla de economía urbana, el funcionamiento de las ciudades, la mezcla de funciones, la ciudad como proyecto de vida colectivo. También Ciudades del mañana, de Peter Hall, en donde hace un análisis de las distintas corrientes del urbanismo desde fines del siglo 19 hasta fines del siglo 20. Mi Buenos Aires herido, de Juan Molina y Vedia, es una buena forma de entender Buenos Aires. Martínez Estrada no es de mi agrado, pero escribió sobre todo el territorio argentino, con Radiografía de La Pampa o La cabeza de Goliat como sus obras que más se destacan. Luces y sombras del urbanismo de Barcelona, de Jordi Borja. A pesar de que se desarrolla en el interior de Brasil, Tristes trópicos de Lévi-Strauss tiene mucho contenido acerca de la vida en las ciudades y es un libro maravilloso, tiene mucha miga. Por último, La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres, de Bernardo Secchi, es un libro interesantísimo de analizar.
Nombraste a Barcelona. Muy habitualmente aparece como una referencia para latinoamérica. ¿Es ahí dónde debemos mirar para pensar nuestras ciudades o crees que hay otros fenómenos urbanísticos a los cuales revisar para tomar nota?
No hay una sola ciudad que haya que mirar. Justamente el problema de Barcelona es que lo tomamos como el modelo y no supimos ver cuáles eran los aspectos menos reproducibles, menos replicables o menos positivos. Lo principal es entender los problemas propios de la ciudad. Que vale tomar referencias, pero no exclusivas. Nunca lo pondría como ejemplo social, pero Singapur tiene un buen sistema de gestión de suelo. Medellín ha hecho cosas fantásticas, aunque hay que ver el trasfondo de todo eso, y cómo evoluciona. En Trenque Lauquen es un ejemplo a tener en cuenta. Lo mismo Rosario, a pesar de sus problemas con el narcotráfico. Pero no hay una franquicia para tomar, lo mejor es identificar los problemas y darnos cuenta que los problemas no son de las ciudades sino que son problemas de la gente que vive en las ciudades.