En esta nota te vas a encontrar con: movilidad, autocentrismo, sustentabilidad
El espacio público de una ciudad es aquel lugar por el cual todo tipo de personas tienen derecho a circular libremente, sin ningún tipo de restricción. Calles, avenidas, plazas y parques se encuentran dentro de esta categoría. A su vez, dichos espacios son cruciales para la socialización de los ciudadanos, el estrechamiento de lazos afectivos, políticos y comunitarios. Sin embargo, a pesar de la importancia de estos sitios, en la mayoría de las ciudades del mundo, hay una distribución inequitativa del territorio, cediéndole la mayor parte a la infraestructura de movilidad. Principalmente para dar respuesta a la demanda de calles y avenidas para transitar con autos. Es decir, el espacio público principalmente ocupado por bienes privados que no pertenecen al grueso de la sociedad.
Según la geografía y profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, Maria del Carme Miralles, “el espacio público es transformado en espacio conectivo, es decir, tienden a concentrarse con una sola función: la de facilitar el desplazamiento de personas y mercancías a una velocidad adecuada, disminuyendo la posibilidad de prácticas sociales en esos espacios”. La principal razón, indican, es la promoción del uso del auto que se hizo a lo largo del último siglo, tanto como símbolo de estatus o como medio de transporte para alcanzar un mayor grado de libertad. Por los mismos motivos, este vehículo se volvió un objeto aspiracional de la sociedad.
Las ciudades mutaron en favor de las nuevas exigencias y las veredas anchas cedieron ante las avenidas; muchos barrios quedaron divididos por autopistas y las grandes extensiones de terrenos verdes se fraccionaron según el modelo urbano imperante. Estos cambios si bien fueron considerables, no se contemplaron como problema hasta que la cantidad de autos se volvió excesiva con respecto a lo que las calles podían tolerar. Trayendo problemas como embotellamientos, siniestros viales, aumento del riesgo de circulación para ciclistas y motociclistas, contaminación acústica y del aire. Sumado a que la totalidad de la plaza automotriz funciona con motores cuyo combustible proviene de fuentes no renovables. Y, por último, se destinan grandes cantidades de espacio público para estacionamiento. Es decir, una propiedad privada ocupa una calle, completamente detenido.
Frente a este panorama de saturación y con el inminente cambio en el paradigma de movilidad orientado a los transportes sostenibles, se comenzaron a pensar programas y estrategias para desincentivar, reducir, el uso de los autos. Y, sobre este aspecto, el ecólogo urbano Salvador Rueda -quien participó en el episodio 18 de la primera temporada de Circulantes– esbozó cuatro propuestas para que el auto no sea prioridad.
- Aumentar el precio y la zona de cobertura del estacionamiento medido: si el valor de los estacionamientos se eleva a puntos que no sean inaccesibles pero sí considerables
- Implementación de un sistema de transporte público integral y de calidad: incentivo a las bicicletas públicas y su respectiva infraestructura para garantizar la seguridad de los usuarios. También que las líneas de colectivos se diversifiquen y su frecuencia permita a los ciudadanos poder disponer de ellas con asiduidad, entre otros aspectos
- Cambio en el imaginario social en torno al auto: si se deja de promocionar al auto como algo más que una forma de moverse. Si bien el cambio en este aspecto es lento, las condiciones están dadas para que progresivamente ocurra.
- Supermanzana: consiste en unir manzanas y reducir al mínimo la circulación automotriz en el interior de las mismas. El plan se implementó en Barcelona y fue muy bien recibido por quienes viven dentro de las supermanzanas. En el episodio 14 de la primera temporada de circulantes tratamos este tema.
Lucas Alonso