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El principal hecho por el cual cada 8 de noviembre se celebra el Día Mundial del Urbanismo se desconoce. Se sabe que un urbanista, en el ocaso de su carrera, se propuso lograrlo. Aunque poco se sabe del por qué. Detrás de de ese acto titánico aparece Carlos María della Paolera, el primer urbanista de América latina.
¿Quién es Carlos María della Paolera? ¿Por qué determinó que ese sea el día? ¿Qué hizo para que su intención sea reconocida mundialmente? ¿Cual es su obra?
“Si me preguntás sobre su vida privada no te voy a saber responder”, responde Ana María Rigotti, Investigadora del Conicet, cuando le comento que en internet se encuentra fácil datos de su vida profesional pero poco de su intimidad. “Pero pobre no era”, agrega algo que se puede leer entre líneas cuando se repasa su recorrido formativo: su padre tenía una constructora, estudió en la universidad cuando el acceso estaba reservado para la élite y, después de eso, se instaló en Francia para continuar esos estudios. Pero se trata de una conclusión falta de pruebas contundentes, como todo lo relacionado a su vida privada.
El conflicto habitual entre la obra y la persona se desintegra ante el primer urbanista latinoamericano.
En 1912 se graduó como Ingeniero en Buenos Aires. En la siguiente década consiguió el título del Instituto de Urbanismo de la Universidad de París y vivió de cerca las transformaciones de las ciudades europeas convulsionadas entre industrias, hacinamiento, guerras y pobreza. (¿Será así que nació esa aparente fórmula efectiva a la que la gestión pública recurre para tomar decisiones urbanas: ir a Europa, ver qué pasa e intentar adaptar la medida?).
Estando en el viejo continente fue que della Paolera escribiría cartas al municipio de Buenos Aires para que lo dejaran hacerse cargo del diseño urbano. Mientras no conseguía la respuesta afirmativa que esperaba, bajaba su línea crítica en materia urbanística desde sus columnas en el diario La Razón.
Se puede especular que ese rechazo lo terminó de motivar a volver al país y disputar lo que todavía no existía: el planeamiento urbano. “El pensaba más allá de lo dado, no concebía la forma actual de la ciudad como la definitiva”, me comenta Oscar Bragos, Arquitecto y Urbanista, pero sobre todo miembro de una corriente de estudiantes que en los años 80 revisó la tradición urbanística del país. No siempre lo que hoy parece obvio lo fue.
“El pensaba más allá de lo dado, no concebía la forma actual de la ciudad como la definitiva”
“Su legado tiene tres puntos de apoyo: Plan regulador, Expediente urbano y Marco teórico”, me explica Rigotti y sigue, “Della Paolera entendía que su tarea no era reemplazar una cosa por otra. Él trataba a la ciudad como a una persona. Había que diagnosticar, planear y sanar”, agrega Rigotti.
Su llegada al país coincide con un conflicto con el trazado de los ferrocarriles en la ciudad de Rosario. El Ingeniero Adolfo Farengo y el Arquitecto Ángel Guido, ambos a cargo de buscar una solución, deciden convocar a Carlos María. Será en ese encuentro en el que su suerte cambiará y brotarán dos de sus tres legados: el Plan Regulador de la ciudad y el marco teórico para la cátedra de urbanismo de la UNR.
El tercero aparece mencionado en su paso por la Oficina Técnica del Plan de Urbanización de Buenos Aires. Todavía hoy se considera vital la existencia de un expediente urbano antes de proyectar cualquier obra. ¿Qué es eso? Según Ana Maria Rigotti, en su Tesis Doctoral Las invenciones del urbanismo en Argentina (1900-1960), es una “recopilación amplia de información sobre el cuadro geográfico y los desarrollos físicos, demográficos y económicos, desplegados mediante gráficos que facilitarán la comprensión del plan y relación con el territorio de la ciudad”.
Echando una mirada hacia atrás, la expectativa creada luego de años de buscar ubicarse al mando del planeamiento urbano de la capital parece haberse diluido con el paso de los años de espera. Sus obras son difíciles de ver.
“No comunicaba cuales eran los pasos a seguir ni sus intenciones, entendía que cualquier cosa que dijese iba a ser disparador de especulaciones de los privados. Nunca se supo bien qué hizo”, explica Rigotti. El personaje no deja ver su intimidad, y ahora tampoco su obra. Como un mago que, preocupado por que nadie descubra el truco, deja de hacer el truco.
Las ideas de della Paolera eran lo suficientemente nuevas para conquistar burócratas y políticos, pero comenzaban a quedar en desuso. Las ideas de la Europa de comienzo de siglo naturalmente fueron atacadas por una nueva generación que se presentaba ante la sociedad como Grupo Austral. Estaba perdiendo espacio. Más preocupado por administrar el estatus conseguido a fuerza de estudios, trabajo y lobby, comenzó a visitar a viejos compañeros de estudios para acordar la existencia de una bandera y una fecha para el urbanismo. Cada cual, desde su punto geográfico hizo lo suyo y un congreso lo rubricó. Como cuando se puso entre ceja y ceja administrar el urbanismo de la ciudad de Buenos Aires. Y también lo logró.
Quién se detenga a revisar las obras del urbanista Carlos María della Paolera puede que se quede con sabor a poco. Pero encontrará la historia de la persona que sentó las bases del urbanismo en latinoamérica y que logró -con su inherente búsqueda por trascender- la aceptación de la disciplina en la política, en la gestión pública y en la academia.